Pienso que el límite no está en los caballos, está en cada uno de nosotros. Ellos lo aprenden absolutamente todo.
¿Hasta dónde llegan los caballos?, esto es algo que nadie puede determinar, o al menos eso creo yo. Personalmente todo lo que he querido enseñar a un caballo lo ha aprendido.
Sabemos que los caballos son muy hábiles en leer nuestro lenguaje corporal, ahora incluso sabemos que sienten nuestras emociones, pero yo sigo pensando que van más allá.
¿Qué quiero decir “con que van más allá”?
Para mí, lo que el caballo realmente lee, es nuestra intención. Qué intención tienes conmigo, eso es lo que el caballo detecta y obra en consecuencia. El hecho de que nuestra respiración sea lenta y pausada, que nuestro lenguaje corporal sea suave y tranquilo, todo eso lo percibe lo ve y por supuesto le agrada. Sin embargo lo que también tiene claro es lo que queremos hacer con él, es decir nuestra intención. No lo vamos a engañar por muy buen lenguaje corporal que mantengamos y muy buena energía. El caballo detectará nuestra real intención y actuará en consecuencia dependiendo de nuestro grado de confianza y amistad.
Para que lo entendamos mejor, explicaré una anécdota que ocurrió….
Mi compañera tiene un centro canino y el chico que colaboraba con ella es educador canino. Un día conversaba con él y le explicaba la diferencia fundamental entre un perro y un caballo. Como no estaba conforme le propuse que hiciera lo siguiente: le di un tubo de crema y le dije que se lo guardara en el bolsillo y que fuera a ver a una de nuestras yeguas de nombre Sahara. Sobre todo que no le pusiera la crema que ya sabía que no le gustaba, en fin que simplemente la llevara en el bolsillo.
Al cabo de un rato subió sonriente y me comentó que entró en el paddock e inmediatamente Sahara (como siempre hacía) le fue a saludar y que la estuvo acariciando tan tranquilo.
Dicho esto, le reproché que por qué no hubiera aprovechado a ponerle la crema.
– Porque tú me has dicho que no se la pusiera, me replicó.
– Pues baja de nuevo, deja la crema en tu bolsillo y si ves que se acerca intenta ponérsela.
Poco después apareció de nuevo, pero esta vez con otra cara, estaba totalmente alucinado. Lo que ocurrió (según me contó exactamente) fue que abrió la primera maneta y cuando fue a quitar la segunda maneta, la yegua le miró y se fue corriendo hasta la otra punta del paddock. No le había dado tiempo ni a entrar.
Esta vez, sí que llevaba intención de ponerle la crema. Por supuesto Sahara detectó la intención y simplemente se fue al galope sin darle tiempo ni siquiera de entrar al paddock. Pensemos en ello y en lo que significa que sean capaces de leer nuestras intenciones.
La habilidad que poseen los caballos va mucho más allá de lo que pensamos.
¿Qué opinas de esta reflexión? ¡Te leo!
Saludos,
Marc